Córdoba la española
- mpak y vamos
- 3 dic 2020
- 5 Min. de lectura

Fue el momento de decir adiós a Madrid y dirigirnos a Córdoba. Esa mañana nos despertamos muy temprano para poder tener tiempo de arreglarnos y llegar a la estación. Yo trato de ser muy organizada con los horarios, consulto mi planeador desde la noche anterior, calculo los tiempos y agrego un rato más para todos esos percances que puedan pasar. Cuando llegamos a la estación después de madrugar, arreglarnos y caminar hasta allá, nos dimos cuenta; bueno en realidad Dani se dio cuenta, que yo me había equivocado de horario, nuestro tren salía las 11:30 y no a las 10 como yo pensaba, por suerte una hora después y no una hora antes. Para una persona que mide centímetro por centímetro como yo, este tiempo de error te descuadra mucho, pero a la vez, te enseña que no podemos ser perfectos durante un viaje, y que todo este tipo de cosas pueden suceder. Por esa época estrenaban un capítulo de la serie que tenía paralizado a todo el mundo y Dani no podía quedarse atrás y madrugó muchooo para poderla ver. Y es que cuando llevas caminado por varios días y con cambio de horario, cada hora de sueño vale oro. Por lo que esa madrugada y esa hora y media de espera en la estación nos pasó factura. Nos tocó reforzar la espera y el sueño con un café bien fuerte, obviamente como les he contado anteriormente, el café de allá no nos gustaba y con nariz tapada y a modo de remedio, lo tomamos para poder aguantar.
Tuve tiempo de conocer y reconocer la estación de Atocha. Con baños un poco particulares, cada uno con una temática diferente, no sé muy bien cuál es el fin de esto, pero se ven agradables. En el centro tiene un entorno selvático con gran variedad de plantas. Yo la verdad me sentía como en otro país, un poco más tropical.
El tren es con hora alemana (como decimos en Colombia) pues a las 11:30 en punto cerraron puertas, cosa que me gusta mucho, pues te permite llevar tu itinerario con mayor precisión. Al lado de nuestros asientos, teníamos un señor de aproximadamente 75 años que cada que pasaba algún pasajero, por lo general mujeres con maletas enormes se reía, y nos contagiaba y terminábamos riéndonos nosotros de solo oírlo. Lo que me hace pensar que somos nosotras las que cargamos una cantidad de objetos innecesarios y llenamos maletas muchas veces con cosas que no vamos a necesitar, y al momento de subirnos a un avión , tren o bus, somos súper encartados, muchas veces sin saber que hacer. Y es que esto me recuerda cuando fui por primera vez a Europa con mi hermana Mariana y mi prima Luisa, llevaba conmigo un morral de 20 kilos, y cada que llegábamos a un tren, nos tocaba a las tres agarrar de un lado y subirlo con gran esfuerzo a la parte superior del vagón, después de ahi, nos volvimos expertas, fácilmente después de ese viaje podíamos ir a trabajar a la mayorista como bulteadoras (persona que carga bolsas de gran volumen y peso) de sacos de papas, con gran facilidad. El paisaje fue hermoso, lleno de olivos, algo que no vemos en nuestro país, lo que hacía más interesante el viaje. Atrás nos acompañaban unos asiáticos (supongo) pues era como tener de esos muñequitos que hablan y repiten lo mismo todo el tiempo. Solo que a estos no se les agotaba la batería nunca y para darle la estocada final, el señor de atrás parecía que moría cada vez que se soñaba la nariz, todo un conjunto de cosas que hacen de este tren una aventura. El paisaje cada vez era más montañoso, como en Colombia, y es por ello que seguro fueron los andaluces quienes lograron atravesar las montañas de Antioquia, por allá en tiempos de la conquista de América. Cabe mencionar que aunque las montañas Españolas son grandes nunca podrán compararse con las nuestras.
Yo a Córdoba la llamaría la ciudad de los mil olores, a vegetación, a chocolate, a pescado, a naranja... Un millón; cada rincón tiene su olor. Realmente es una ciudad muy diferente a lo veníamos viendo: tiene esa cultura árabe mucho más marcada, tanto en su arquitectura, en su comida y su forma de vestir. Tiene muchas callecitas empedradas llenas de curazaos rosados que me recuerdan un poco Cartagena. Cuando digo llena de flores es LLENA (en mayúsculas) porque en realidad no les cabe una flor más; por esto, pienso que primavera es la mejor época para visitar el sur de España, no sé cómo sería en otoño o en invierno; capaz perdería su magia, aunque igualmente seguiría siendo una ciudad maravillosa.
Nuestro hospedaje se encontraba en la Plaza de la Corredera, siendo este uno de los lugares más emblemáticos por ser la única plaza cuadrangular de Andalucía. Fue un lugar muy agradable para quedarnos, nuestra habitación daba a toda la plaza, lo que nos permitía tener una gran vista. Siendo un lugar muy bueno, personalmente creo que hubiera preferido quedarme un poco más cerca de los lugares turísticos, pues era un poco retirado y en la noche un poco solo.

Ese día nos perdimos por Córdoba, no teníamos un rumbo fijo, eso nos permitió descubrir rincones con calles hermosas y callejones por los que nunca nos hubiera llevado un guía de viajes. En una de ellas nos sentamos a tomar un tinto de verano, mi preferido durante el viaje, además que era perfecto para el calor; muy refrescante para el sol tan fuerte del medio día. Mientras conversábamos y veíamos gente pasar, Dani se antojó de probar algún vino de la región y le recomendaron uno en especial, pero no supe que estaba peor, si la cara de Dani al probarlo o el vino en si. Yo no sé si uno es que es muy montañero o inculto, pero creo que ese vino lo abrieron en plena fogata, pues sabía a humo, pero entre risas, ese vino nos quedó grabado en la memoria para siempre.

En Córdoba está el puente romano, ahora conocido por la serie Game of Thrones, este es muy importante para la ciudad pues fue construido desde el siglo 1 y fue el único hasta el siglo XX. Junto a él, está la muy conocida Mezquita Catedral, qué decidimos conocer al día siguiente pues de 8:30 a 9:30 más la entrada era gratuita y no había a tanta gente como es normal durante el transcurso del día. Este recinto fue declarado patrimonio de la humanidad, y además es uno de los monumentos más importantes de todo el occidente islámico. Es una fiel muestra de lo que refleja la ciudad: Una mezcla entre el mundo musulmán y cristiano
Para culminar la noche encontramos un restaurante árabe para comer, era tan auténtico, que ni siquiera vendían una cerveza, todo era sin licor. A Dani casi le da un infarto, pues es no concibe comida sin cerveza, pero se veía tan increíble que accedió. La comida fue espectacular, ni hablar del té y la decoración, valió la pena el “sacrificio”de la cerveza de Dani.
Y así nos vamos de Córdoba con otra ciudad de nuevo en el corazón
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