Granada rápido y con pausa
- mpak y vamos
- 19 dic 2020
- 4 Min. de lectura

Para llegar a granada, nos fuimos en bus desde Córdoba y la llegada fue hermosa, pues desde las ventanas del bus comenzamos a ver poco a poco las montañas nevadas, y eso a mi en particular me emocionó muchísimo, no veía la hora de llegar a la ciudad.
Pensábamos que Granada era una ciudad más pequeña, pero cuando llegamos vimos lo extensa que era. Esta vez no caminamos desde la estación hasta el hostel, sino que tomamos un bus que nos llevó aproximadamente por 20 minutos. nos llamó mucho la atención sus particulares lámparas, siempre con diseños diferentes y por lo general rodeadas de flores en la parte superior. El hostel que elegimos para quedarnos estaba muy bien ubicado, en una calle tranquila, pero con acceso muy fácil a vías principales: era un edificio de tipo tres pisos, con un patio central muy grande que parecía un colegio. Nosotros reservamos una habitación para dos, pero nos tocó prácticamente un apartamento como con cinco camas, cocina, comedor y hasta sofá, fue maravilloso, pues veníamos de compartir ducha y baño y llegar a eso fue genial, ahí es cuando uno valora esos pequeños detalles.
Después de descansar un poco y dejar las maletas arrancamos a caminar, cuesta arriba, con el objetivo de llegar al mirador. En el recorrido compramos unos bocadillos (sánduches) con jamón y queso, obviamente deliciosos cómo son todos en España. Fuimos caminando mientras lo comíamos, pues en el bus nos antojo el vecino, unos franceses que iban al lado comiendo unos similares. Más tarde pasamos por la Catedral, que nos llamó la atención que nunca logras obtener una vista completa de su frente, pues siempre está rodeada de varias casas, es como si se hubieran quedado sin espacio. Nos pareció un poco gracioso, pero la cantidad de especias y té que habían al rededor era mucho más atractivos y era ahí cuando tu mente comenzaba a preguntarte: ¿donde estamos? Era una mezcla de muchas culturas en un mismo lugar, por momentos, parecía algo medio árabe, después un poco medieval y también español.
Seguimos nuestro camino hacia la montaña por unas calles estrechas y muy arabes, había una en especial que paramos a tomar té, a mi me pareció un lugar muy auténtico, pero obviamente esa parte del planeta (Medio Oriente) aún la tengo pendiente por conocer, así que mi único referente son imágenes o películas que he visto. Lleno de artesanías y lámparas, yo me sentía cómo en Marrakech o algo por el estilo. Obviamente para los amantes del té, eso es un verdadero paraíso(creo que Andrés, sería una de estas personas)
Seguimos subiendo y subiendo y la vista era cada vez mejor, las fachadas tan blancas y las calles empedradas; no podíamos creer que Granada fuera una ciudad así, habíamos visto muchas fotos de la famosa Alhambra y pensábamos que esto era lo único, pero nunca imaginamos que esta ciudad fuera tan increíble. En la subida, hicimos varias paradas, a contemplar la arquitectura, a tomar tinto de verano para el calor, a sacar varías fotos, y obviamente a las cervezas de Dani, con las respectivas tapas que te dan en cada bar. Fuimos llegando a varios miradores pero finalmente al que miraba a la Alhambra y a las montañas nevadas. Entramos a un restaurante espectacular, lleno de pequeñas Terrazas con una vista privilegiada, un sofá VIP, y entre copas de vino, quesos y jamones de bellota, nos dieron las once de la noche. Queríamos ver la Alhambra en la noche, pero como en primavera, en el hemisferio norte anochece a eso de las 9:30 fue una larga la espera. Finalmente pudimos verla con todos los colores del atardecer e iluminada bajo la densa noche.
El día que fuimos a conocer la Alhambra en su interior, seguro nos equivocamos al adquirir el ticket, porque lo compramos para la tarde y no en la mañana como lo teníamos pensado, y justo ese día nos íbamos para Málaga y nuestro bus salía a las cinco de la tarde. Así que decidimos ponerle marcha al asunto y caminar lo más rápido que pudiéramos y hacer rendir cada minuto. Salimos de hostel de nuevo cuesta arriba, pero la subida fue muy difícil, no sabemos por que, pero nos costó mucho, teníamos que parar cada tanto a tomar aire, capaz pudo haber sido el calor que estaba haciendo ese día. Yo sentí que subí al Everest. Cuando logramos llegar, la agencia nos dió unos aparatos para escuchar y un mapa fundamental que te indicaba la numeración de cada lugar para ir escuchando la historia. Pero cuando fuimos a la primera parada, Dani se disponía a tomar su primera foto y de repente el mapa; el único que teníamos voló, y sin tiempo ni de gritar, desapareció como por arte de magia. Así arrancamos nuestro recorrido por la Alhambra: sin mapa y sin escuchar el audio, pues no sabíamos que era cada cosa. Ese día recorrimos una vez más a nuestro estilo y creando nuestras propias hipótesis e historias, pues el “tour” que contratamos no servía sin el mapa.
Caminamos a toda maquina, las empinadas escaleras la subimos como si nos persiguiera el mismo diablo, había que aprovechar cada minuto y la verdad lo logramos, hicimos el recorrido rápido y pudimos ver todo. Después de ese día sufrimos las consecuencias: Nuestros pies no daban más.

Y así arrancamos el viaje a Málaga con nuestras mochilas, esta vez en bus y con un conductor que parecía un soldado alemán, pero no por alto y rubio, sino por estricto y rudo.
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