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La sorpresa de Chiclayo

  • Foto del escritor: mpak y vamos
    mpak y vamos
  • 15 feb 2021
  • 3 Min. de lectura

Viajer@: Andrés


Esta entrada es continuación de la última entrada de ecuador, Cuenca, la Atenas de Ecuador.


24 de enero de 2014:


Uno de los grandes retos de este viaje fue el cruce fronterizo entre Ecuador y Perú. Como contamos en la entrada anterior, ya nos habían advertido de lo peligroso que era la frontera por lo que en la terminal de buses de Cuenca buscamos buses que no salieran muy tarde, pero por la fecha no encontramos buses que nos llevaran directo hasta Trujillo, que era nuestro destino final, donde íbamos a pasar la noche de navidad. El único tiquete que pudimos comprar nos llevaba hasta la ciudad de Huaquillas, en la frontera ecuatoriana y como llegaba tarde en la noche y nosotros ya estábamos asustados con el tema de la seguridad, le preguntamos al conductor que podíamos hacer a lo que nos respondió con una gran idea que tomamos sin pensar. El bus iba a pasar la noche en Huaquillas en un parqueadero y al día siguiente en la mañana regresaría a Cuenca entonces el conductor del bus nos dio la opción de amanecer dentro del bus vacío, lo cual fue perfecto y dormimos dentro del bus en el parqueadero.


Salimos del bus a la mañana siguiente y pasamos la frontera, que fue mucho más fácil y tranquila que lo que todo el mundo nos había advertido. Llegamos a la ciudad peruana de Tumbes y empezamos a buscar un bus que nos llevara para poder pasar esa noche en la playa de Huanchaco en Trujillo que era nuestro objetivo y lo que estábamos esperando hace días. Lastimosamente de nuevo por las dificultades de la fecha no encontramos buses así que tomamos uno que iba hacia la ciudad de Chiclayo donde terminamos pasando la noche buena y fue una gran experiencia.


Cuando nos bajamos del bus, tomamos unos moto taxis que nos llevaron a un hotel cerca a la plaza de armas de la ciudad y después de bajar las maletas y quejarnos un poco por que no habíamos podido llegar a Trujillo salimos a conocer Chiclayo, no muy felices honestamente porque no le teníamos mucha fé al destino. El atardecer de ese día fue uno de los más lindos que he visto. Salimos a caminar y llegamos a la plaza de armas que estaba totalmente llena de personas que pasaban allí la noche de navidad, lo cual me pareció muy extraño pues no es lo que suele pasar en Colombia, donde las personas pasan este día en familia. Seguimos caminando hasta llegar a un restaurante donde nos comimos un pato con una preparación típica peruana que fue muy rico. Regresamos de nuevo caminando hasta el hostal y descansamos un poco, ya que a pesar de haber dormido en el bus no pudimos dormir bien.

Al día siguiente salimos temprano del hostal y tomamos un bus hasta la playa de Pimentel y aunque no fue la playa soñada de Huanchaco es un lugar genial. Caminamos por la playa y jugamos fútbol con un grupo de peruanos. El malecón de Pimentel es un lugar muy agradable de dónde se puede observar el mar y nadar además de comer comida típica de mar con sazón del norte de Perú. Yo me comí un raspado de una fruta extraña que quería probar y lastimosamente me cayó mal y terminé vomitando varias veces antes de llegar al hotel, el resto de día lo pasé maluco y durmiendo mientras el resto de compañeros de viaje salieron a recorrer la ciudad un poco más.


Llegamos a Chiclayo sin pensarlo, pero fue una experiencia muy buena, es una ciudad bonita, con hermosos atardeceres y grandiosa calidad humana. Terminamos viviendo un 24 de diciembre diferente, inesperado y bacano, a veces el destino y el viaje te pone en el lugar que debe ser. Fue una navidad genial y muy peruana.


 
 
 

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