La zona del tubo en Zaragoza y su comida
- mpak y vamos
- 12 sept 2020
- 4 Min. de lectura

Una cosa tenía claro: quería un recorrido de tapeo y la zona de tubo era perfecta para lo que me soñaba. Desde muy temprano, al recorrer los callejones y al entrar al mercado gastronómico, Zaragoza, prometía una noche inolvidable.
El hotel estaba sobre la calle Alfonso y a pocas cuadras de la plaza del pilar donde les hablo en el artículo (un zoom a españa) allí encontramos un pequeño Mercado gastronómico llamado Puerta Cinegia, con gran variedad de platos y opciones para satisfacer a cualquier comensal; un estilo de “mercados del Río” para los que vivimos Medellín, aunque este un poco más pequeño, pero con la misma cantidad de bocaditos y platos para hacer feliz a todos los gustos. Algo excéntrico el lugar, y a juzgar por la imponente estatua del emperador César Augusto de unos diez metros de altura, yo diría que es de esos sitios difíciles de olvidar. Y es que entre los múltiples tipos de arroces, tapas, pizzas y conos de jamón y quesos no sabíamos por qué decidirnos al momento de comer, así que tomamos la decisión de “picar cositas” como decimos los antioqueños, para probar una gran variedad.
Zamburiñas, cigalas a la plancha, almeja marinera, bocadillo ibérico, lomo a la sal, carpaccio, tabla de quesos con paté, cono semicurado, de chorizo y hasta de lo que no existe, una tarea titánica escoger que comer! Y con la boca llena de agua pedimos unos calamares y unas patatas bravas junto a una cerveza para Dani, y adivina adivinador, ¿que para mi? Si, si, un tinto de verano! Yo tenía claro como debía acompañar mi almuerzo. Al terminar salimos de nuevo a sus hermosos callejones y aunque había sol, el frío te llegaba hasta los huesos, tenía que encontrar la forma de calentarme, en mi vida cotidiana hubiera pensado en un café que me llenara de energía, pero ya sabia que esa no era una buena alternativa después de la pequeña decepción que había tenido ese día en el desayuno (un zoom a españa). Chocholate o capuchino? Algo por el estilo podría funcionar, así que caminamos hasta una placita que si no estoy mal era la de San Pedro Nolasco y entramos a un lugar que se llamaba Palmira Café, con una decoración que me gustó mucho por su hermoso papel tapiz de hojas verdes, y finalmente me decidí por un capuchino, que con un poco de canela estaba bueno y reconfortante; se sentía como una abrazo cálido para ese fuerte viento.
Más tarde y después de haber subido a la torre de la basílica fuimos a Mercados de Zaragoza, que por cierto y como diseñadora que soy me llamó la atención que tenía una imagen y un logo realmente hermoso; acá encontramos esos increíbles y espectaculares quesos que con solo verlos me salían corazones de los ojos, además de unos jamones de los que obvio debíamos comprar algunas muestras. Cerca a este mercado, Daniel encontró cuál sería su lugar para terminar la noche de tapeo que teníamos en mente. Se llamaba Gallagher (como el bar al que iba mucho en mi querido y amado Montevideo que viene a mi memoria de solo recordar el nombre) en este bar, él descubrió que vendían la Punk IPA en barril, y para un buen cervecero y punkero era como la tierra prometida.
Ya entrada la noche nos fuimos de tapeo, siendo casi las 9:00 y aún de día, era temprano para los lugareños que recién comenzábamos a ver en las calles y a entrar a los bares que se iban llenando poco a poco. Para nosotros las 9:00 de la noche en Colombia ya es un poco tarde pues estamos acostumbrados a salir tipo 7:00 u 8:00 a comer. Fuimos al primer lugar (terraza libertad) con escasamente una mesa ocupada y al salir de allá ya había fila para entrar. Íbamos un poco adelantados en horario que los demás, pero esto nos favorecía siempre para encontrar un lugar y mejor atención. Allí comenzamos pidiendo una copa de vino, junto a un camembert fundido con una tortilla de patata en bollo recién hornedo. Más tarde pasamos a otros tres bares y entre tapas, croquetas y cañas salimos listos para terminar la noche en el irish pub.
Para el desayuno, teníamos justo al lado del hotel, nada más y nada menos, el Gran Café de Zaragoza; este era una antigua joyería construida en 1885, y más tarde fue adecuada para volverla una cafetería. Tanto su fachada como su interior son hermosos y elegantes; yo diría que un lugar que expresa a la perfección la esencia de la ciudad. Al ser temprano obvio no iba a pedir tinto de verano, y como con el capuchino no me fue tan mal, lo pedí junto a una Vichy Catalan con limón, unos bocaditos de jamón y un pan dulce. Ya con la barriga llena, fuimos al palacio de la Aljafería a unas cuadras de donde estábamos, más o menos a 20 minutos caminado; su construcción islamica e hispana, hace de este un verdadero tesoro obligado para conocer, tanto si te gusta la arquitectura como a mi; o si no te gusta de igual forma, el palacio se las ingeniará para sorprenderte.
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