¿Viajar solo o en compañía?
- mpak y vamos
- 27 sept 2020
- 4 Min. de lectura
Están los que prefieren siempre viajar solos o por el contrario los que no se imaginan una aventura sin un compañero o un grupo. Pero también estamos los que disfrutamos todo tipo de viaje, ya sea solos, en familia, en pareja o con amigos. Pero lo que realmente es importante es que nos sintamos cómodos de la manera que elijamos.
Cuando estamos más pequeños, comenzamos a experimentar los primeros viajes junto a nuestra familia. En mi caso, recuerdo que tenía dos lugares puntuales a los que siempre nos llevaban: uno de ellos era a Pereira, a unas cuatro o cinco horas en carro desde Medellín. Allá vivía mi tía paterna, lo que me permitió conocer gran parte el mencionado eje cafetero: El valle del Cocora, el parque de los Nevados, los termales, el parque del Café y entre otros pueblos cafeteros; mis padres comenzaban a sembrar en mí, esas ganas de conocer y viajar cada vez más. Y como buena amante y conocedora a la perfección de la novela “café con aroma de mujer”, conocer estos lugares eran un sueño hecho realidad. Esos viajes en carretera por Colombia, aun los tengo grabados en mi memoria, y es que los trayectos en carro no eran como los de ahora. En esa época viajábamos en un sprint verde y lo manejaba mi papá mientras escuchábamos los clásicos de Carlos Vives. Debíamos tener las ventanas abajo cuándo atravesábamos el cañón del Cauca, pues el calor era insoportable, obviamente el pelo llegaba hecho una telaraña; y nos sentíamos como perritos sacando la cara por la ventana para recibir el viento y percibir todos esos olores, que hoy por hoy me huelen a viaje: olores a pavimento caliente, a cafetales, ganado o al humo de los camiones.
Viajar en familia
Más tarde y cuando ya iba siendo responsable de mi misma, tres compañeros me invitaron a ser parte de su grupo en una aventura para recorrer los pueblos de Boyacá, a unas nueve horas en bus desde Medellín. Era mi primer viaje lejos del confort que me ofrecía mi familia y me parecía increíble el plan. Para ese viaje aún no tenía mi mochila, pero un primo me la prestó y en el preciso momento que me la colgué a los hombros, supe que eso realmente me encantaba; me sentí grande y con el poder de ir al lugar que quisiera. Ahí conocí lo que se sentía viajar sin un plan, viajando de pueblo en pueblo a donde quisiéramos, pero también conocí lo que era convivir con personas distintas a mí y con los que no tenía la suficiente confianza como lo era mi familia. En ese viaje aprendí que viajar en grupo debe ser una decisión que no se puede tomar a la ligera, debemos ser muy conscientes de nuestra personalidad, de escoger los compañeros ideales y sobretodo saber que debemos ser flexibles y pacientes con nuestro equipo.
Viajar con amigos / Pueblos de Boyacá
A Uruguay llegué con mi hermana, pero al año ella volvió a Colombia y yo me quedé sola, y aunque estaba llena de amigos, debía aprender a vivir sin esa compañera en un país relativamente nuevo para mí. Comencé por mudarme a un apartamento más pequeño, a disfrutar de una tabla de quesos un viernes en la tarde mientras veía una película yo sola, a bajar a la playa y escuchar el sonido del agua sin que nadie interrumpa al hablar, a ir a cine sin pensar en que debía comentar con alguien lo que pasaba, a ir a un restaurante y vivir la experiencia de estar disfrutando una comida con mis pensamientos, o simplemente a caminar por la rambla conmigo misma. Cada día que pasaba aprendía que viajar sola era una opción que nunca había considerado pero que podría intentarlo. Decidí ir a un lugar llamado Cabo Polonio, un balneario ubicado en el departamento de Rocha y que es parte de una reserva natural, donde se llega en unos vehículos especiales que atraviesan las dunas y finalmente llegan a un lugar soñado. La ausencia de agua corriente, electricidad, calles y carros hacían de este el destino perfecto para mi primer viaje sin compañeros ni familia. Llegué a un hostal llamado Lobo, que encontré por Booking, lleno de color y frente al mar, me conquistó desde el principio. Ese día dejé mi morral en la cama y salí a recorrer las dunas, vi los lobos marinos y contemplé la fuerza del mar. Al llegar la tarde sabía que al no estar presente la tecnología debía perder la pena y hacer amigos en el hostal. A la luz de unas pocas velas y una guitarra me senté en la sala común y me presenté a las personas que estaban allí, y hablando y cantando, nos dieron las cinco de la mañana, fue ahí donde comprendí lo valioso que era viajar sola: conocerme y conocer a los demás. Esa noche no solo hablé conmigo y supe de lo que era capaz, gané amigos de muchas partes del mundo y perdí el miedo a lo desconocido y a la soledad.
Viajar sola / Cabo Polonio
Viajar en pareja era algo que nunca había experimentado pero que me daba mucha curiosidad, pues siempre he oído que viajando es como mejor conocemos a las personas. Un día y ya viviendo en Medellín de nuevo, busqué un vuelo para ir a Uruguay a visitar a mis amigos, pero para entonces llevaba unos pocos meses con mi actual novio Daniel, y lo invité a venir conmigo. Con algo de temor me aventuré a ese primer viaje en pareja y sin saber que pudiera pasar, pues sentía que era una prueba de fuego para nuestra relación. Solo había dos caminos, o nos entendíamos viajando y seguíamos juntos, o era todo un desastre y terminábamos. ¡Oh sorpresa!, en ese viaje descubrí que viajar con la persona que quieres tiene un poco de todo, un poco de ti mismo al compartir los mismos gustos, un poco de amistad al ser flexibles en varias cosas y un poco de familiaridad por la confianza que tienes. Viajar en pareja me confirmó todo eso que había aprendido en cada viaje: sola, en familia y con amigos, y que probablemente no hubiera sido un éxito si no se experimenta diferentes tipos de rutas con diferentes compañías.
Viajar en pareja
Una cosa lleva a la otra, y un aprendizaje a cosas mejores, por eso y después de viajar de muchas formas, quiero seguir viajando en familia, con amigos, en pareja y sola.
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